Con la codicia del desierto
todos aguardan humedad, sonrisas,
sin una lágrima, con besos sabios,
como un afluente que se entrega.
Cómo gritarles que mi lengua ha muerto
por no gritar, ahogada por las prisas,
que el alma escapa muda por los labios,
que dentro llueve, que mi voz se anega.