Emma Alcalá
Otra mirada
Francis Bacon pintó 20 versiones distintas del retrato del Papa Inocencio X de Velázquez. ¿Qué buscaba en cada una de ellas? ¿Qué veía en cada una de ellas?. Todas son el mismo cuadro, todas el mismo objeto pintado y todas diferentes.
Cuando el Papa Inocencio X vio terminado el cuadro de Velázquez, se lamentó: ¡Troppo vero¡, ¡Demasiado veraz¡. Pero no lo dijo porque el pintor hubiera reproducido hasta el más mínimo detalle de su rostro, de su ropaje o de su aspecto externo, nada de eso, de hecho el cuadro está más cercano al impresionismo que al hiperrealismo, lo dijo porque Velázquez había captado su psicología, su mente, hablando de un Papa, su alma. El pintor había captado lo que no se ve y eso probablemente no le hizo mucha gracia al Papa al verse descubierto, desnudo.
Para Francis Bacon este cuadro se convirtió en una obsesión. No sabemos si consiguió captar el alma del cuadro, como Velázquez la del Papa, si en su poliédrica mente se dio por satisfecho después de 20 versiones, si finalmente lo dejó por imposible o si necesitó las 20 versiones para culminar un todo.
Y la pregunta es: cuando miramos algo, ¿todos vemos lo mismo?, yo creo que no; al igual que cuando nos miramos en un espejo tampoco vemos lo que los demás ven en nosotros.
Toda esta reflexión viene al caso para ilustrar esta breve reseña sobre la obra de Emma Alcalá. No todos vemos lo mismo y aunque así fuera, no todos podríamos captar lo mismo.
Si algo define su trabajo es esa mirada diferente sobre las cosas. Su punto de vista distinto. En sus retratos es capaz de penetrar la epidermis del personaje y sacar a la luz sueños, visiones, humor, pasión, miedos, viajes, reflexión; traspasar la singular anatomía que sirve de frontera con el mundo exterior, cruzando la línea de lo orgánico haciéndolos visibles.
En ocasiones, la luz, el color y las formas desbordan su obra y en otras el silente blanco y negro revela mucho más que la explosión de color. Su objetivo nos descubre que en lo estático a veces hay más vida que en lo dinámico, solo hay que descubrirla, solo hay que parar un momento. Un objeto cualquiera, la perfecta imperfección de su forma, el capricho de su acabado, la sombra que lo completa y sublima cual prosaico ying/yang.
Todo está ahí, a nuestro alrededor, en la calle, en tu casa, en un cajón, solo hay que descubrirlo, aplicar la mirada necesaria y transmutar la materia en algo sensorial.
En su universo, rostros, paisajes, misterios, personajes, sueños, objetos cotidianos, quedan atrapados por su Canon salvándolos para siempre del olvido.
Lo que la distingue es su mirada personal, capaz de ver lo que los espejos no reflejan, convertir la exacta rigidez de la aguja del reloj en fantasía oriental, mutar un mundo plano y negro en un big bang de colores y formas, atrapar el movimiento, dar vida a lo quieto. Lo estático revela más que el movimiento.
Cuando la realidad pasa por su objetivo deja de existir como era, cambia sus parámetros y es rescatada del tiempo, se convierte en inmutable emoción.
J.C.M.